Hace poco circulaba un artículo bastante controvertido sobre los coches eléctricos que me hizo pensar en la ciencia ficción del coche eléctrico. En cuán cerca o está realmente el coche eléctrico como medio principal de transporte.
O al contrario. A cuán lejos están los procesos sociales y políticos de las filosofías que rigen la ciencia ficción del coche eléctrico. A la carencia de esa labor especulativa necesaria antes de lanzarse de cabeza a prohibir u obligar a usar cierta tecnología.
La importancia del contexto
Si la semana pasada hablaba sobre el problema que tiene la ciencia ficción con sus narradores, hoy tengo que hablar de una de sus múltiples virtudes: el contexto.
La realidad de la ciencia ficción es que se le concede una importancia fundamental al contexto. El entorno de una historia de ciencia ficción, aunque no se describa en la historia en sí, es esencial para que todo cobre vida.
Por eso, los escritores de ciencia ficción dedicamos mucho tiempo y esfuerzo a especular sobre cómo será ese mundo. Y no me refiero a un «cómo» aleatorio y sin base, me refiero a la ciencia ficción que bañará la historia y modificará su comportamiento. Al por qué serán posibles las maravillas que sucederán, a cuáles serán las bases y las hipótesis necesarias para que el mundo tenga unos pilares sólidos y creíbles.
A que la ciencia ficción del coche eléctrico se convierta en la realidad del coche eléctrico.
A una cantidad de trabajo enorme que no se suele ver y por la que, quizá, la mayoría de escritores de ciencia ficción que he leído sacrifican a sus narradores. Porque a todos nos gusta que vean el trabajo que hay detrás de lo que hacemos.
La ausencia del contexto
Si quitamos ese contexto, esas mejoras político-tecnológico-sociales que han llevado a ese mundo hipotético hasta donde nosotros queremos, nos quedamos con algo imposible. ¿Naves interestelares del tamaño de la Tierra? Hecho. ¿Clonación humana? Hecho. ¿Modificaciones genéticas? Hecho. ¿Cuarenta mil millones de seres humanos? Hecho. ¿Atmósfera irrespirable? ¿Por qué no?
Sin embargo, cada decisión que tomamos conlleva una serie de hechos importantes en el entorno, en el contexto.
La realidad de la ciencia ficción pasa por coger esas decisiones y aplicar sus consecuencias a todo lo que rodea nuestra historia. Si quieres naves como la Estrella de la Muerte, necesitas mano de obra para aburrir, una economía que pueda soportarlo, materias primas en abundancia, hangares orbitales…
Tu decisión de tener Estrellas de la Muerte, requiere de temas que quizá no te hayas planteado.
Necesitas fuentes de recursos ajenas a la Tierra. Minería de asteroides, por ejemplo.
Necesitas bases más allá de la Tierra. Y eso requiere tiempo, esfuerzo, dinero, tecnología… Tu historia no va a tener lugar en el siglo XXII. Quizá ni siquiera en el XXX.
Necesitas una economía más grande que la Tierra misma para poder sufragar los costes. Por ejemplo, la economía de una Federación de Planetas, de muchos planetas.
Y así podríamos seguir con cada una de las decisiones anteriores.
Porque las decisiones definen el contexto cuando hablamos de ciencia ficción, del coche eléctrico o de cualquier otra tecnología dominante que todavía no existe. Nosotros, los escritores, somos los dioses que deciden qué sucederá y luego tiramos del hilo hacia detrás para ver qué necesitaríamos.
En la vida real eso no es así.
El contexto marca la realidad
En la realidad (de la ciencia ficción no, en la tuya y la mía, en la Tierra del siglo XXI) no podemos tomar decisiones arbitrarias basadas en algo que ni siquiera tenemos. Un gobierno no puede decidir que su país se va a dedicar ahora en cuerpo y alma a construir una Estrella de la Muerte.
No tiene dinero.
No tiene el poder necesario.
No tiene la tecnología.
No tiene…
Ese gobierno podría tomar la decisión de crear un plan. Un plan que acerque el momento de tener una Estrella de la Muerte. Puede diseñar un entorno en el que su economía se base en lo que necesitaría para construirla. Puede invertir en ciencia y tecnología, potenciando los campos que la harían posible. Puede…
Puede conseguir acercar la realidad de la ciencia ficción que es construir una Estrella de la Muerte a través de multitud de pasos intermedios.
Está muy bien marcarse un fin.
Está muy bien marcarse unos objetivos intermedios.
Está muy bien marcar un camino.
Pero no está bien prohibir todo lo demás hoy para un futuro que quizá no veamos ninguno.
La ciencia ficción de la realidad
Hoy en día se lleva mucho actuar justo al revés de lo que acabo de comentar. Se lleva mucho el llenarse la boca con grandes fines y olvidar todo lo que haría falta para cumplirlos.
No quiero decir que ese fin no sea digno, noble o una obligación moral para toda la humanidad. Al contrario, para mí la realidad de la ciencia ficción es precisamente buscar esos fines tan honorables y perseguirlos como si no hubiera otra cosa en la vida. Como la ciencia ficción del coche eléctrico, por ejemplo.
Pero con criterio.
Para llegar a esos fines, para llegar acabar con la parte de ciencia ficción del coche eléctrico, hace falta trazar un gran plan.
Hacen falta infraestructuras.
Hace falta personal.
Hace falta reformar la administración.
Hace falta reformar las leyes.
Hace falta…
Hace falta pensar.
Las grandes palabras de los políticos de hoy llenan muchos oídos y hacen que se crezca la boca de mucha gente. Pero son solo eso: palabras. Palabras sin un plan detrás. Prohibiciones y obligaciones sin un plan estructural que lo respalde.
La ciencia ficción del coche eléctrico
El artículo que mencionaba al principio (que puedes consultar aquí) habla de lo que necesitaría una sociedad basada en el coche eléctrico para sobrevivir a una catástrofe de tráfico que bloquee una autovía durante horas en condiciones muy duras. O más bien, de los problemas que tendríamos con la infraestructura de hoy.
Cosas que pasan todos los años, como que una autopista de Madrid quede bloqueada por la nieve durante casi un día. En la que miles de conductores se quedan atrapados con el motor en marcha y la calefacción puesta.
Ese artículo exagera las cifras y lo lleva todo a un extremo que seguramente no sea tal, pero plantea una cuestión que es realmente preocupante. ¿Cuánto hay de realidad y de ciencia ficción en los decretazos contra o a favor de ciertas tecnologías?
Como fin en sí mismos parecen maravillosos pero, ¿qué hay del camino para llegar hasta ellos? ¿Qué hay de las consecuencias de por medio? ¿Qué hay de real en los beneficios de esas tecnologías?
Ni el diésel es tan malo, ni la gasolina es tan buena, ni quizá el coche eléctrico sea la panacea.
Yo, personalmente, me lleno de preguntas sin respuestas cuando leo que se prohibe el diésel, o los coches de combustión para no sé qué año. Cuando se bloque el funcionamiento de una ciudad completa por unas decisiones que no parecen tener una base demasiado sólida o cuando se afirma que para tal año todos viajaremos en platillo volante.
El camino para alcanzar la ciencia ficción del coche eléctrico
Voy a seguir el mismo proceso que seguiría para desarrollar una historia de ciencia ficción, partiendo de la base de que el coche eléctrico es el futuro. Que no digo que no lo sea, solo que no veo el plan que debería haber detrás de una decisión que afecta tanto y a tantos.
¿Cómo de bueno es el coche eléctrico?
Mi primera pregunta, asumiendo ese futuro de ciencia ficción con coches eléctricos, sería si el coche eléctrico es realmente mejor que los coches de combustión. Parece razonable pensar que al no emitir gases nocivos es intrínsecamente mejor, pero…
¿Qué pasa con la generación de esa electricidad? ¿Y de las baterías? ¿Cuánto contamina generar ambas cosas? ¿Cuántas baterías podemos fabricar? ¿Durante cuánto tiempo?
Y no solo eso, sino ¿cuánta electricidad de más necesitaríamos para sustituir todo el parque móvil por eléctricos?
Quizá las respuestas hagan ver que a día de hoy (o en 10 años) no es viable tenerlos. O que hace falta arrasar bosques para construir generadores eléctricos. O que la ciencia ficción del coche eléctrico bien merece un estudio en profundidad para no ser ciencia ficción y ser real.
¿Tenemos la infraestructura necesaria? (I)
Está claro, también, que la ciencia ficción del coche eléctrico necesitaría mucha energía eléctrica. ¿Está el mundo preparado para generarla?
Si es así, ¿las energías renovables serían capaces de abastecer a esos miles de millones de vehículos eléctricos? Quizá un análisis en profundidad mostrase la necesidad de fuentes de energía más potentes y fiables, o de medios para optimizar la extracción de energía del viento, el agua o la fuente que fuera.
Y no solo eso, ¿está la red eléctrica preparada para que todos los coches de un país se conecten simultáneamente?
Quizá antes de prohibir y obligar, hace falta potenciar la investigación necesaria y modificar la infraestructura acorde. Algo que, viendo las buenas prácticas que nos rodean, seguramente se haga deprisa, mal y el día antes.
¿Tenemos la infraestructura necesaria? (II)
La ciencia ficción del coche eléctrico no se queda solo en esas cosas etéreas como son la generación de electricidad, la investigación o la producción. La ciencia ficción del coche eléctrico llega también a nuestra casa.
¿Están todas las casas preparadas para recargar sus coches? Las instalaciones de los garajes, los generadores… la infraestructura actual parece estar preparada para descentralizar el repostaje de los vehículos. ¿Qué hace falta para cambiar toda la estructura de viviendas de un país?
Y esto nos lleva a…
¿Qué pasa con el tejido empresarial?
No conozco los datos reales de cuánto supone el negocio de los coches de combustión, pero sí sé que fabricar un motor eléctrico es más fácil que uno de los normales. O que en mi tierra una fábrica de coches es la 2ª empresa más potente que tenemos.
También sé que las gasolineras desaparecerían. Ya no tendría tanto sentido el recargar fuera de casa cuando en tu propio hogar ya tienes lo que necesitas (en teoría) para dejar tu coche repostando por la noche sin tener que perder el tiempo en ir a repostar.
¿Qué nuevos negocios surgirían? ¿Cubrirían el hueco que dejaría el negocio del petróleo, los coches y demás? ¿Qué pasaría con ese alto porcentaje de empresas obsoletas?
¿Qué pasa con la autonomía, las averías…?
La realidad es que la ciencia ficción del coche eléctrico tiene fácil solución. De hecho, conforme escribo estas líneas llego siempre al mismo punto que resolvería muchos de los puntos anteriores.
Si Mahoma no va a la montaña… ¿dónde va la montaña? Lo mismo me pasa a mí cuando pienso en la ciencia ficción del coche eléctrico.
No veo coches recargables.
No veo baterías.
No veo hogares con enchufes.
Lo que veo son carreteras inteligentes. Veo un sistema similar al de un tren, en el que es la carretera la que lleva la energía y el coche un mero objeto que se mueve por encima.
Pero claro, esto es la ciencia ficción del coche eléctrico, no la realidad.
Así que, asumiendo que esto es posible…
¿Cuándo podríamos tener listo todo esto?
Incluso los cambios esenciales comunes a la realidad actual, y a mi ciencia ficción, necesitan de una inversión muy grande en tiempo, esfuerzo y dinero. Necesitan investigación, necesitan trazar proyectos viables a corto, medio y largo plazo.
Y esos proyectos se empiezan por el principio.
Quizá se tarden 10 años en tener las primeras fases, en combinar un parque eléctrico grande con algo de combustión. En perfeccionar las baterías, en mejorar la autonomía, en dotar a los servicios de emergencia de los medios necesarios para afrontar problemas masivos con coches eléctricos… (porque, aunque no voy a entrar en detalle, no tiene nada que ver la actuación de un bombero con un coche de combustión que con un coche eléctrico).
¿Cuánto se tardaría en cambiar todo lo que acompañaría a un parque 100% eléctrico?
¿Cuánto se tardaría en tener carreteras que hagan las veces de baterías de los coches? Este siglo, desde luego que no.
Por eso, cuando leo que en el año XXXX tendremos todos un coche eléctrico, dejo de pensar en realidad y paso a pensar en ciencia ficción.
En definitiva
Realidad y ciencia ficción están mucho más cerca la una de la otra de lo que parece. Está claro que esta labor especulativa que he hecho en este artículo es una exageración de una realidad que es más actual de lo que parece, pero no hay que perder de vista la ciencia ficción del coche eléctrico. Esa ficción que puede ayudarnos a entender un cambio mucho más profundo de lo que parece y que necesita muchos más pasos de los que nos explican.
Por último, no debería hacer falta que explique que todo esto de la ciencia ficción del coche eléctrico es mi opinión subjetiva. Pero es que últimamente parece que los artículos de opinión se leen como si fueran afirmaciones taxativas e irrefutables.
Así que, por favor, refutadme, dadme contraejemplos, artículos comparativos… y llevemos esto a un debate interesante sobre la ciencia ficción del coche eléctrico, sobre el coche eléctrico, sobre la ciencia ficción o sobre lo que os apetezca.
Esta web utiliza enlaces de afiliación de Amazon. Cada vez que compras algo a través de ellos, estás apoyando mi trabajo con un pequeño porcentaje de lo que gastes.
¿Por qué NO puedes dejar comentarios?
Te seré sincero: porque no tengo tiempo para contestarlos.
Mi tiempo está dedicado a las personas que me han dado el permiso de escribirles un email todos los días con consejos para ganar dinero por internet y mejorar su calidad de vida, su conciliación.
¿Quieres que hablemos?
Entonces apúntate a ese newsletter que envío cada día y pregúntame lo que quieras en el primer correo que te envíe: