Tenía Ocho millones de dioses en el tintero desde hacía tiempo. Me lo habían recomendado, me habían hablado maravillas de su prosa, de su historia, pero algo me hacía escoger otros libros para leer. Hasta que, de casualidad, me enteré de que el eje central del libro son dos de los pilares que marcaron mi infancia.
Cinco días más tarde, el último libro de David B Gil pasaba a formar parte de la pila de los caídos. Un esqueleto más de la lista (cada vez más selectiva y cuidada) de libros leídos.
El autor: David B. Gil
Licenciado en Periodismo (con extras en Diseño Multimedia y Social Media), este gaditano de finales de los 70 es uno de los autores de novela histórica que más fuerte está pegando en nuestro país.
Autopublicó su primera novela (El guerrero a la sombra del cerezo) y, no contento con el éxito que tuvo, decidió ser finalista en el Premio Fernando Lara de Planeta, además de ganar otro premio de novela histórica.
Desde entonces, la editorial Suma de Letras se quedó con sus obras y ha publicado dos novelas más: Hijos del dios binario y este Ocho millones de dioses. Todas ellas con una crítica excelente.
El libro: Ocho millones de dioses
Entrelazando varias historias que convergen en un mismo punto, Ocho millones de dioses es un libro que te sumerge de lleno en la cultura japonesa del siglo XVI. Esta novela histórica (2019, Suma de letras) es un auténtico homenaje a los samuráis, a los misioneros, a las tradiciones, a…
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Como decía al principio, es un libro en el que convergen dos elementos a los que siempre he tenido mucho cariño: el Japón feudal de los samuráis y los Jesuitas. El primero por pasión personal, el segundo por ser el colegio al que fui durante más de una década.
Ficha técnica
Editorial | Penguim Random House |
Sello | Suma de letras |
Título | Ocho millones de dioses |
Autor | David B. Gil |
Número de páginas | 624 |
ISBN | 978-84-912-9365-1 |
Publicación | Mayo 2019 |
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Sinopsis
Un hombre de fe obligado a desentrañar los más terribles crímenes, un joven samurái erigido en su protector, un viaje a través de un país castigado por siglos de guerra.
Toledo, 1579. El padre Martín Ayala recibe la inesperada encomienda de regresar a Japón -el país donde se formó como sacerdote y misionero- diez años después de ser apartado de la misión por su relación ilícita con una joven japonesa. Alguien está asesinando con ritual crueldad a los padres cristianos en dichas costas. Ayala, considerado el máximo conocedor del idioma y las costumbres niponas en el seno de la Iglesia, deberá desentrañar las razones que se ocultan tras estas muertes.
Japón, año 7 de la Era Tenshô. Kudô Kenjirô, hijo de un samurái rural, es elegido para una ingrata labor: proteger a un extranjero llegado con la intención de investigar unos crímenes inciertos. Kenjirô pronto descubrirá que fuerzas extrañas conspiran para que el visitante no lleve a buen puerto sus pesquisas. Juntos recorrerán un Japón devastado por la guerra y emponzoñado por las conspiraciones. A medida que el jesuita se reencuentra con su pasado, el curso de la investigación se desvelará fundamental no solo para la pervivencia de la cristiandad, sino para el propio futuro del país.
Opinión
Lo primero que necesitas saber sobre esta novela histórica es que la inmersión en el Japón de la época es total. Eso incluye una cantidad nada desdeñable de términos japoneses que, a pesar de estar muy bien explicados la primera vez que aparecen, pueden ralentizar un poco la lectura. Si, como yo, estás familiarizado con la cultura japonesa, lo tendrás un poquito más fácil.
Debo decir que eso no evita que disfrutes de la historia (confirmado con amigos para los que cada término era algo nuevo), pero tienes que abrir la mente. Aunque, quizá, esa sea parte de la gracia de las novelas históricas.
En cualquier caso, el detalle y el mimo que muestra David B Gil es casi obsesivo. No deja pasar ningún término sin darnos el marco de referencia adecuado para comprenderlo. Y eso se nota, también, en la cuidada maquetación del libro electrónico (formato en el que leí yo Ocho millones de dioses). Da gusto acotaciones cuando están tan bien diseñadas.
Vuelvo ya al libro, que me desvío. Ocho millones de dioses es un compendio de viajes distintos. Por un lado acompañaremos al padre Ayala a Japón, venido desde la vieja Europa por orden de sus superiores jesuitas. El motivo son una serie de asesinatos macabros de compañeros de misión en esa nueva isla que intentan convertir en el lejano Oriente.
A través de sus ojos veremos el impacto que tienen sobre un occidental de la época la cultura japonesa. El honor, el orgullo, la vergüenza… conceptos mucho más rígidos de los que estamos acostumbrados por aquí. Y, además, veremos el recelo y el desdén con el que los jesuitas (y los occidentales) tenían que lidiar allí.
Por otro lado acompañaremos al samurái Kudo Kenjiro. Un joven que, atado al honor de su familia, intenta demostrar su valía en el primer viaje más allá del pueblo que le vio nacer. Desde su perspectiva conoceremos los motivos de ese honor, de esa vergüenza por la posibilidad de fallar a sus ancestros y de esa «rigidez japonesa» (al menos desde nuestros ojos).
Y por último, tenemos varios caminos secundarios más de los que casi es mejor que no te hable aquí. Tendrás que coger Ocho millones de dioses tú mismo y descubrir al resto de personajes.
La trama, un thriller en toda regla, se desarrolla entre verdes paisajes, pueblos y gente dibujada con tanto detalle que casi te parece estar caminando entre ellos. Un paisaje que, a pesar de lo que pueda parecer, no roba protagonismo al misterio que el padre Ayala y su joven acompañante tienen entre manos.
¿Quién está detrás de los asesinatos de los padres jesuitas?
Conclusión
Casi siempre que escojo entre mis lecturas alguna de las recomendaciones de novela histórica que me llegan, termino redescubriendo mi amor por otras culturas. En este caso, David B. Gil ha conseguido que huela el aroma dulce y duro del Japón que tanto me gusta.
Mi valoración:
Ocho millones de dioses es como un cuadro vivo que pinta un paisaje increíble en el que, además, suceden cosas apasionantes. No sé si David quiso dejarnos esa sensación (que primero va el paisaje y luego la acción), pero es la que yo me quedo después de leerle.
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