En los últimos años, Asia se está convirtiendo en el escenario perfecto para la ciencia ficción. Oriente siempre ha ejercido un atractivo especial para muchas historias de ficción especulativa, sobre todo en el cine (por la potencia visual que tiene la cultura oriental), pero es que a día de hoy ya no es solo una cuestión de ficción. La ciencia ficción en Asia ya es real.
Hace más de dos años que decidí que Asia era el escenario perfecto para la ciencia ficción de Memoria Selectiva y hoy, aprovechando que acabo de terminar el primer borrador de la novela Mariposas de Acero, quiero contarte por qué.
Por qué Asia es el escenario perfecto para la ciencia ficción
Cuando estás escribiendo una distopía, una historia ciberpunk o estás manipulando a la humanidad para construir un futuro muy diferente de lo que tenemos ahora, necesitas ciertos elementos básicos para hacerlos creíbles.
Por ejemplo, en Memoria Selectiva quería construir un futuro en el que los seres humanos están tan modificados que es difícil distinguirlos de una máquina. Quería poder implantarles ordenadores en el sistema nervioso, endo y exoesqueletos de combate integrados en sus cuerpos, bancos de memoria, conexiones mentales con las redes de comunicación…
Para conseguir algo así, se necesitan esencialmente dos cosas:
- Una sociedad tecnológicamente muy avanzada
- Un gobierno con una moral y una ética más… permisivas de lo que estamos acostumbrados.
El continente asiático cumple con ambas. Es el escenario perfecto para la ciencia ficción ciberpunk que yo necesitaba. Tienen la tecnología más avanzada del planeta y no se les conoce precisamente por ser los mayores defensores de los derechos humanos.
A partir de aquí, convertir Asia en el escenario perfecto para tu historia de ciencia ficción transhumanista, ciberpunk y distópica es una cuestión de deformar un par de pequeños detalles.
Cómo convertir Asia en el escenario perfecto para la ciencia ficción
Tradicionalmente existen dos maneras de crear un entorno propicio para poder hacer lo que quieras con la sociedad de tu historia de ciencia ficción. La primera, una de las más extendidas, es hacer que el gobierno lo lleven personas interesadas única y exclusivamente en el poder y el dinero. O lo que es lo mismo: megacorporaciones.
Entidades privadas que tengan tanto poder como para decidir qué hace y qué no hace el gobierno; o que directamente sustituyan al gobierno en sus funciones. Japón, con esa cultura empresarial tan agresiva que tiene, en la que el trabajo lo es todo y la empresa es más que tu familia, es el escenario perfecto para la ciencia ficción de este tipo. Sobre ellas ya hablé largo y tendido en este artículo, aunque tengo que destacar dos cosas más particulares de Asia.
Una megacorporación podría triunfar en Occidente (por razones obvias capitalismo ), en los países menos desarrollados de asia (donde las empresas campan a sus anchas explotando mano de obra barata) o en el propio Japón. Pero, ¿qué pasaría con el gigante chino?
En China esa cultura empresarial queda empañada por el ambiente comunista del país. No tendría tanto sentido hablar de megacorporaciones ya que el gobierno intenta mantener un control férreo de lo que sucede. Sería muy difícil conseguir que una empresa tuviera tanto poder como para rivalizar con él. ¿Cómo consigues que una sociedad así trabaje en pro de nuestro futuro (oscuro) distópico de ciencia ficción?
Solo haría falta que fuera el propio gobierno quien decidiera actuar de una manera un tanto… amoral y falta de ética.
¿Cómo?
Sistema de gobierno degenerado
Si has leído Memoria Selectiva (que sirve de crisol para la novela de Mariposas de Acero), sabrás que en lo que yo llamo el imperio de Taiasia, el gobierno tiene impunidad para decidir quién vive, quién muere y para erradicar de la faz de la tierra poblaciones enteras. Un gobierno que toma decisiones basadas en la lógica y la supervivencia del Imperio, a costa de sacrificar lo que haga falta. Un lugar en donde la población vive controlada de manera permanente.
Fue entonces cuando se me ocurrió que solo había dos posibilidades para llegar a un punto como ese:
1. Desesperación
Una sociedad superpoblada, carente de alimentos y a punto de su propia extinción debería ser capaz de tomar decisiones que nos parezcan imposibles hoy en día. Si tienes la certeza de que tu ritmo de crecimiento acabará con toda vida en un periodo corto de tiempo, entonces el gobierno será capaz de tomar medidas drásticas. Y con corto de tiempo me refiero a menos de una vida humana. Todos sabemos que anunciar una catástrofe de escala mundial para dentro de 200 años no tendría efecto real alguno. Los gobiernos solo actúan sobre aquellas situaciones que amenazan sus mandatos… y sus mandatos duran 4 años. Mirad sino el caso que se hace al calentamiento global, la contaminación de los océanos, la deforestación del Amazonas… ¿Para qué actuar ahora?, si todavía durarán muchos años… Que lo haga otro.
En fin, que me desvío del tema. El caso es que, para que un gobierno decidiera, por ejemplo, proporcionar permisos de reproducción para controlar el crecimiento de su población, debería tener muy cerca un desastre causado por ese crecimiento.
¿Ves por dónde voy? ¿Ves por qué Asia es el escenario perfecto para la ciencia ficción con futuros distópicos de este tipo?
China ya tomó una decisión polémica y controvertida hace muchos años con la Política del Hijo Único y acaban de volver a hacerlo con algo del más puro estilo Black Mirror, clasificando a sus ciudadanos por el crédito social que tengan. Y no solo eso, sino que su afán por controlar la vida diaria de sus ciudadanos (aplicaciones de vigilancia obligatorias en el móvil, cámaras que controlan sus pasos, censura…) es ya un hecho.
Qué curioso que hace años decidiera hacer algo parecido con Memoria Selectiva y Mariposas de Acero… y qué triste que se haya hecho realidad. No fue en vano cuando Javier Miró dijo en su reseña del libro, en Libros Prohibidos, que leer esta colección de relatos se asemeja bastante a ver una temporada completa de Black Mirror.
2. Las decisiones no las toman seres humanos
Aunque ya se toman esas medidas tan polémicas, hay que tener en cuenta que por muy descabelladas que sean, son medidas tomadas por seres humanos que están convencidos de que lo que hacen es por el bien común. Puede que ahora y desde nuestro prisma Occidental veamos esas leyes como brutales y absurdas, pero si viviéramos allí quizá lo entendiéramos de otra manera.
Pero, ¿qué pasaría si quisiéramos ir más allá? ¿Qué pasaría si la decisión lógica para acabar con la superpoblación en Asia no fuera limitar el número de hijos? ¿Y si esa decisión fuera clasificar a la humanidad en función de su utilidad para el conjunto y eliminar a aquellos que no fueran útiles?
Ningún gobierno humano haría algo así, salvo que contase con un poder de represión militar infinito, fueran unos psicópatas y tuvieran dominada a su población. Al menos eso cree la parte de mí que todavía tiene fe en la humanidad.
Para poder tomar unas decisiones tan drásticas sobre quién vive y quién muere, haría falta un poder superior que decidiera por nosotros. Una entidad lógica-no-humana a la que no pudiéramos personalizar y culpar como a un ser humano y a la que hiciéramos caso porque sus decisiones son las correctas. Porque, aunque la política del hijo único parezca radical, tienes que tener en cuenta que los hijos por encima del primero podían vivir aunque fuera del sistema sanitario central. Lo que yo estoy diciendo aquí es, simple y llanamente, que algo tenga la capacidad de matar a esa superpoblación.
Ahí es donde entran los robots, las inteligencias artificiales o las entidades cibercognitivas. Seres cuyos actos se rijan por decisiones lógicas y no morales, a los que no les importe si mueren uno, cien o diez millones, siempre y cuando su objetivo superior siga funcionando.
Y en eso, Asia vuelve a ser el escenario perfecto para la ciencia ficción de este estilo, al menos desde el punto de vista de mi imperio taiasiático.
¿Por qué? Para contestar a esta pregunta hace falta responder primero a otra más importante:
3. ¿Cómo controlar a la sociedad?
Para que una entidad cibercognitiva, como es mi Entramado, pudiera dominar a la población y evitar insurrecciones, necesitaría controlar a cada individuo por separado. Las cámaras en la calle están bien, las aplicaciones móviles también, pero el individuo sigue teniendo una libertad increíble para rebelarse contra el sistema.
En Memoria Selectiva quería tener seres humanos sobrehumanos. Quería que tuvieran capacidades alucinantes gracias a la tecnología, que tuvieran esa misma tecnología dentro de sí mismos. Mentes expandidas, brazos y piernas reforzados, comunicadores cuánticos, cuerpos preparados para la guerra, para la carga, para… lo que fuera. Pero no quería que tuvieran todo eso gratis.
Por un lado, quería que todos los seres humanos estuvieran modificados. Y eso exige un poder económico que no todo el mundo tiene. China y su comunismo era el escenario perfecto para esa ciencia ficción. Sin embargo, también necesitaba que los seres humanos perdieran parte de su libertad al conseguir todos estos beneficios.
Para eso diseñé los CCE, las mariposas que todo ser neohumano lleva implantada en la base de su cráneo.
4. ¿Por qué Asia?
Si Occidente diseñase esos CCE, los vendería a precio de oro. Solo los ricos y los poderosos dispondrían de una tecnología tan alucinante. Lo que yo quería era una penetración de mercado absoluta. Y para eso necesitaba un gobierno al que no le importase el coste económico, siempre y cuando obtuviera algún otro tipo de poder sobre la población.
Asia y sus países con filosofías más comunistas son el escenario perfecto para la ciencia ficción de este tipo. China bien podría dedicar sus recursos, quitar de un sitio y poner en otro, para que toda su población dispusiera de una tecnología mágica como esa. Podrían incluso hacer que ese dispositivo, esa mariposa, fuera obligatoria por ley.
Y una vez que consiguieran que toda su población utilizase las mariposas… no les costaría nada tomar el control absoluto del país.
5. Y nunca olvides…
Esta historia que acabo de contarte se sustenta en dos premisas esenciales: la deformación de una pseudorealidad ya existente y la visión parcializada que tenemos de Asia.
Al igual que todo en la ciencia ficción, se basa en la deformación y exageración de lo que nos rodea. Podrías hacer el mismo ejercicio desde un punto de vista capitalista y empresarial, tomando Estados Unidos como eje. Pero el enfoque sería muy distinto.
En Occidente dominaríamos todo a base de un poder abrumador contra el que nadie sería capaz de luchar y mi idea de Oriente es que es el propio gobierno el que te convence de que esa es la mejor manera de actuar.
¿Te animas a hacer este mismo planteamiento desde el punto de vista de Occidente?
En resumen
Asia posee todos los elementos que necesitas para tener un escenario perfecto para la ciencia ficción más descabellada que puedas imaginar. Tienen el atractivo de una cultura distinta a la nuestra, la cantidad de leyendas urbanas y bulos que circulan sobre su manera de ser y la ventaja de leyes de represión social que puedes explotar a voluntad.
Por algo la ciencia ficción escrita en Oriente está empezando a pegar fuerte en nuestros países. Cixin Liu, Peter Tieryas o Ted Chiang son algunos de los grandes ejemplos que tienes a día de hoy (y eso que dos de ellos son americanos en realidad).
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