El narrador de ciencia ficción tiene un problema. Un problema de empatía, de emoción y de detalle. Es algo que sé desde que tengo uso de razón, aunque no le había puesto nombre hasta ahora.
Desde que leo ciencia ficción y fantasía (y escojo estos porque fueron los dos primeros géneros que leí y los que más he leído siempre) he notado que hay una diferencia increíble en el estilo de sus autores. No tanto por las tramas en sí, que bien podrían intercambiarse en muchos casos, sino en la forma de contarlas. Es ahora, con mis más de tres décadas de vida y mis cinco años dedicado a escribir, cuando veo que esa brecha entre géneros es mucho más amplia y profunda de lo que creía mi yo lector.
El narrador: la clave de una historia
Todos hemos tenido profesores entretenidos, profesores apasionantes y profesores aburridos. En mi caso, supongo que será el de la mayoría, un buen profesor podía hacerme sacar una nota muy buena (o hacer que no me costase sacarla) y otro diferente, con menos habilidades comunicativas (por decirlo de alguna forma suave) podía hacerme suspender la misma asignatura.
No es que yo sea más listo o más tonto en función del modo de contar la materia, es que mi predisposición es distinta y la retención en clase (vital para los que no solíamos estudiar fuera) puede pasar de 0 a 100 o de 100 a 0 en función del narrador.
Al contar una historia pasa exactamente lo mismo.
Un narrador de fantasía, de estos heróicos, cargados de emoción, que empapan al lector con las vivencias de los personajes y les hacen vivir en su piel, puede conseguir que un bodrio de historia, una historia que hemos leído millones de veces, sea maravillosa.
Por contra, un narrador de ciencia ficción, de estos clásicos omniscientes tan propios de la época dorada de Asimov. Un narrador de ciencia ficción que habla como un robot, que habla como si estuviera exponiendo un artículo científico. Un narrador de ciencia ficción que parece un manual de instrucciones, puede conseguir que una historia apasionante suene como la cosa más aburrida del universo.
Porque la mayoría de las veces lo atractivo no es la historia en sí, sino la forma de contarlo.
(casi) Todo está escrito
Tengo un amigo guionista (de televisión, de series que quizá conozcas) que hace años me dijo que existe un número muy pequeño de tipos de historia que contar. Nueve, diez, trece… el número depende del libro, de la escuela, del profesor; pero el caso es que solo hay un puñado de tipos de historia.
Cojamos las películas de superhéroes como ejemplo.
Prácticamente todas nos cuentan la historia del nacimiento o la evolución de un héroe. Un viaje que empieza con un «yo nunca…», un «venga, si es por esto lo hago», un descubrimiento personal, un momento muy oscuro, un resurgimiento, una batalla final y un desenlace. Todas las películas de Marvel o de DC, por poner dos ejemplos, tienen el mismo esquema base. El mismo. Casi con ver una se puede anticipar todo lo que va a pasar en las demás.
¿Qué es entonces lo que diferencia una historia buena de una mala?
¿Por qué triunfan las películas de Marvel y no triunfan las de DC?
¿Por qué las películas de Disney, que cuentan algo muy similar a otras productoras, son tan reconocibles?
¿Por qué los narradores de ciencia ficción son tan distintos de los de fantasía?
El estilo, los personajes, la imaginación, el entorno… Haber, hay muchos elementos que pueden dar un toque personal a una misma historia. Y está claro que todos son importantes y todos ayudan a diferenciar esa historia de la del escritor de al lado. Puedes simpatizar más con uno que con otro, su historia puede serte más cercana que otra, el entorno puede recordarte al tuyo… pero hay algo que destaca por encima.
¿Quién te cuenta la historia?
¿Cómo lo hace?
En la literatura es algo mucho más evidente que en el cine, pero en ambos casos es la respuesta a esa pregunta la que marca la diferencia. El narrador, al igual que el profesor, es esencial para entrar a una historia solo un poco, del todo o para no distinguirla de la realidad.
Nota: podría hacer este mismo artículo sobre personajes, sobre cómo empatizar con ellos o cómo no hacerlo, pero al final hablaríamos de lo mismo: de cómo contar la historia. Del narrador.
El narrador de fantasía
Llevo un año de pocas lecturas concluidas. He empezado más de 30 libros y solo he terminado 2 (de ficción) en todo el año. Y los 2 que he terminado son de géneros que nada tienen que ver con la ciencia ficción.
Uno es Las tres muertes de Fermín Salvochea, de Jesús Cañadas (puedes leer mi reseña aquí) y el otro es La librería del señor Livingstone, de Mónica Gutiérrez (reseña aquí). En ambos casos, lo que más me ha gustado ha sido la manera de contar la historia.
En el de Mónica, de hecho, es ese narrador y su capacidad para transmitir los escenarios y las emociones de los personajes lo que lo hace especial. Y en el de Jesús, aunque hay otros muchos elementos que lo hacen increíble, es la manera tan fluída de contar y entremezclar lenguajes y maneras de hablar, de cómo muestra la información y despliega la historia, la que destaca sobre los demás.
Y al terminar, me di cuenta de por qué suelo devorar los libros de fantasía y últimamente se me atragantan los de ciencia ficción. Porque te hacen sufrir, alegrarte y sentir como sus personajes. Te ponen en la piel del héroe, del guerrero, del niño que se va a convertir en mago o del elfo que piensa distinto de sus congéneres. Te hacen ser el protagonista. Vivir y verlo todo a través de sus ojos.
El problema del narrador de ciencia ficción
Al darme cuenta de la empatía del narrador de fantasía y retomar la lectura de uno de los muchos libros de ciencia ficción que tenía pendientes, la diferencia entre ambos fue mucho más fácil de detectar.
En contraposición con esa emotividad, con ese narrador confiable, pero poco, con esa equisciencia que muestra al hablar con los pensamientos de un personaje sin parecer que toma partido, la omnisciencia de los narradores de ciencia ficción se queda fría. Helada.
Donde hace unos años me encantó El problema de los tres cuerpos, hoy me cuesta horrores avanzar por la narrativa carente de cualquier emoción de El bosque oscuro, su continuación.
Y ahora sé por qué. Aunque saberlo no me ayude a reconciliarme con ese narrador de ciencia ficción que tanto me aburre últimamente.
Porque todos los libros que he dejado este año tienen una cosa en común. Historias y mundos hiperricos y detallados con un imaginario detrás que llenaría enciclopedias (como la fantasía, todo hay que decirlo), pero con unos narradores fríos y distantes. Descriptivos hasta la exhaustividad y sosos, muy sosos. Carentes de vida e incapaces de transmitir emociones, solo datos.
¿Existe el narrador ideal?
Está claro que cada historia pide un narrador, o cada narrador una historia. Que cada escritor toma la decisión de quién va a contar qué y cómo. Pero también está claro que hay ciertos géneros que pecan siempre por abusar de los mismos recursos y que no tendría que ser así.
¿Por qué es tan difícil encontrar narradores humanos en la buena ciencia ficción?
¿Es imposible dar emoción a un mundo tecnológico, complejo y avanzado?
¿No pueden copiar parte de la emotividad del narrador de fantasía?
El símil que me viene a la mente es el de dos partidos políticos opuestos que rechazan cualquier idea del otro simplemente por el hecho de que no ha sido suya. «A» es bueno, pero como lo dices tú, yo rechazo «A» y propongo «B». Que quizá también tenga algo de bueno, pero como yo opino que es «A», ahora radicalizo mi idea y hago «C» para que excluya totalmente «B»…
Nadie tiene la verdad absoluta, no hay nada blanco o negro y todo está lleno de grises y colores. Es algo que acabo de sufrir en mis carnes. En mis 90.000 palabras del primer borrador de Mariposas de acero. Construí una historia compleja, en un mundo complejo e intenté contarlo todo para que el lector viviera de primera mano mi proceso de creación del mundo.
Y me estampé con todo el equipo.
Resultó ser una historia riquísima en detalles e hipercompleja en cuanto al mundo, pero vacía de emociones y de personajes.
Llevo trabajando en recomponerla casi 5 meses, con otras 45.000 palabras escritas desde cero. Intentando transmitir algo más que datos e imágenes. Intentando transmitir las vivencias de los personajes para que el lector se pueda poner en su piel y pueda ver el mundo a través de sus ojos, no de los míos.
¿Lo estoy consiguiendo? No todo lo que me gustaría, pero cada día me sale un poquito mejor. Lo que ahora está claro es que la historia no te la cuenta un robot. Que los personajes tienen alma y están llenos de matices y de sensaciones. Sin contártelo, haciéndote sentirlo.
Eso sí, para llegar hasta aquí hay que sacrificar mucho entorno. No se puede contar por qué las ciudades escalonadas son circulares, por qué las alturas descienden conforme te acercas el centro, cómo generan la energía, por qué los ordenadores que lleva la neohumanidad se implantan en el cerebro con 2 años, por qué se implantan las mejoras y no se modifica la genética, por qué no hay robots, por qué los edificios tienen plantas en múltiplos de 8, por qué…
Hay que sacrificar mucho del trabajo previo, del trabajo que nadie ve, e invertir mucho más trabajo en hacer que parezca natural ese vómito de información para que el lector aprenda cosas sobre tu mundo sin ser consciente de lo que estás haciendo.
Pero se puede.
Un pequeño resumen
Aunque las historias parezcan iguales, un narrador de fantasía no tiene nada que ver con un narrador de ciencia ficción. Es una norma no escrita que muy pocos se atreven a romper. Porque las convenciones de la ciencia ficción obligan a tener narradores duros y las de la fantasía obligan a tener narradores llenos de sentimientos.
Lo importante es que son solo eso: normas no escritas. El narrador de fantasía es tan bueno en ciencia ficción como el narrador de ciencia ficción en fantasía. Todo depende del equilibrio, de los objetivos del escritor y de lo que se quiera despertar en el lector.
Yo, desde luego, ahora busco que cada narrador de ciencia ficción que escribo y leo mueva en mí algo más que solo la maquinaria de pensar. También la maquinaria de sentir.
Esta web utiliza enlaces de afiliación de Amazon. Cada vez que compras algo a través de ellos, estás apoyando mi trabajo con un pequeño porcentaje de lo que gastes.
¿Por qué NO puedes dejar comentarios?
Te seré sincero: porque no tengo tiempo para contestarlos.
Mi tiempo está dedicado a las personas que me han dado el permiso de escribirles un email todos los días con consejos para ganar dinero por internet y mejorar su calidad de vida, su conciliación.
¿Quieres que hablemos?
Entonces apúntate a ese newsletter que envío cada día y pregúntame lo que quieras en el primer correo que te envíe: