La sección sobre creatividad, escritura creativa, del blog ya se ha convertido en un clásico. Y nada mejor para empezar este año 2016 que desarrollar un poco esa creatividad que todos llevamos dentro.
Después de unos días de fiestas, familia, amigos, opíparas comidas y cenas… creatividad, lo que se dice creatividad, no es que hayamos desarrollado demasiado. Es lo que tienen las vacaciones, que abotargan nuestros sentidos.
En verano os intenté ayudar a despertar esa creatividad dormida dándoos unos consejos para mantener vuestro músculo creativo a tono. Esta vez, como regalo de Navidad, quiero añadir un ejercicio muy entretenido a la lista de ejercicios sobre escritura creativa que ya tenía publicados.
Para aquellos que, además de este ejercicio, queráis echar un ojo al resto de mis ejercicios sobre creatividad, no tenéis más que ir al final de cada artículo para encontrar enlaces a todos ellos.
Pero basta ya de rollos y vayamos directamente a lo que importa: la creatividad a través de los portales.
Reflexiones sobre la creatividad
Muchas veces pienso que nuestra imaginación es algo así como un queso gruyere infinito. No porque esté llena de agujeros, sino porque está llena de portales que pueden llevar nuestra creatividad hasta sitios que ni siquiera nosotros conocemos.
¿Quién no se ha sorprendido alguna vez por sus propios pensamientos? O por sus propios sueños. O por cualquier desvarío que pueda haber salido de nuestro cerebro. Al fin y al cabo, la creatividad y la imaginación tienen unos límites poco acotados.
Sin embargo, como todo en esta vida, la creatividad también necesita entrenamiento. Una mente sin ejercitar no será capaz de crear más que un puñado de historias más o menos profundas, elaboradas u originales. Pero esa misma mente, con una creatividad ejercitada tras años de práctica y desarrollo… ¿quién sabe lo que podría crear?
Todavía recuerdo la primera vez que me paré a imaginar una historia fantástica para un concurso de escritura. No tendría más de 10 o 12 años, era una época en la que mis amigos y yo jugábamos a un juego de estrategia bélica llamado Warhammer. Ejércitos de miniaturas de plástico y plomo, todas ellas pintadas a mano, luchaban sobre una mesa gracias a unos dados y la imaginación de sus jugadores.
Cada ejército tenía (y aun a día de hoy sigue teniendo) un libro donde se detallaban todas las reglas y características de sus tropas, sus objetos mágicos, etcétera. Pero también poseía algo que me cautivaba casi más que el propio juego. Historias breves sobre los personajes más emblemáticos del juego.
¿Y qué tiene esto que ver con la creatividad?
Todo. En mi caso lo tiene que ver todo. Porque ese día, sentado delante de un folio en blanco y con una pluma en la mano (una pluma de plástico transparente de color rojo sangre y mordida hasta hacerla irreconocible… que recuerdo como si fuera ayer), esforzándome por imaginar una historia digna de ser contada… me di de bruces con que mi creatividad estaba oxidada y saturada por una sobredosis de la cultura de Warhammer. De mi mente sólo salía el nombre de un objeto mágico (el cráneo de Katam, del que aun hoy me acuerdo) y un pobre infeliz que lo encontraba y se volvía loco por sus secretos.
Estuve días pensando en distintas versiones de lo mismo, hasta que me lancé a escribirlo. Un hombre, una prisión, una condena segura y un cráneo parlante prometiendo oscuros y tenebrosos poderes junto con una supuesta libertad.
¿Qué hice con todo eso?
Tirarlo a la basura. Me odié a mi mismo por no ser capaz de crear nada original. Todas mis historias estaban impregnadas del hedor de la imaginación de otros con más creatividad que yo. Ninguna de ellas parecía tener ni siquiera un elemento de creación propia. O al menos así lo sentí yo.
¿Y qué es lo que aprendí? Eso si, después de dejar a medias esos relatos, aparcarlos y no volver a plantearme el escribir una sola historia (hasta que se me pasó el enfado… unos años más tarde).
Aprendí que la mente tiene que estar dispuesta a cruzar fronteras que nunca nos hubiéramos planteado cruzar. Aprendí que la imposición de un tema, una situación o un género ayudan de manera increíble a flexibilizar nuestra creatividad. Y que no por ser un mundo que no hayamos creado nosotros es algo malo o carente de creatividad.
La creatividad a través del Portal
No hay un manual de escritura creativa que nos explique cómo sacar a nuestra creatividad de su zona de confort. Pero sí hay varios trucos para hacerlo.
Uno de ellos consiste en viajar hacia un mundo que nunca nos habíamos planteado a través de un portal imaginario. O, en su defecto, haciendo que algo o alguien viaje a través de un portal hacia nosotros.
Y nunca dejando que nuestra propia negatividad afecte al resultado. ¿Qué más da si queremos viajar al universo de Star Wars? O a la mismísima Casa de la Pradera. Lo que importa es el ejercicio que hagamos de creatividad e imaginación de ponernos a nosotros mismos en ese universo.
Así empieza el viaje a través del portal.
Portal de salida
El ejercicio consiste en imaginar lo siguiente:
Una mañana, después de que el despertador haya terminado de traernos de vuelta del mundo de los sueños, nos levantamos de la cama. Soñolientos, sin ser todavía muy conscientes de qué es lo que estamos haciendo, caminamos hasta la puerta de nuestro cuarto. La abrimos y cruzamos al otro lado. Sin embargo el otro lado no es el pasillo de nuestra casa…
¿Qué hay al otro lado de la puerta de nuestro cuarto? ¿Está dentro de la Tierra? ¿O por el contrario nos ha trasladado a otro mundo? No hay límites para vuestra creatividad, incluido el hecho de que sois libres de copiar el universo que otros tan amablemente han creado para vosotros (Tolkien, George Lucas, Lewis, Barker, Rothfuss,… cualquiera vale)
Y si es otro mundo… ¿está lleno de seres fantásticos? ¿De impenetrables junglas o de un extenso desierto?
¿Quién vive allí? ¿Hablan nuestro idioma? ¿Cómo nos sentimos allí plantados, de pie en medio de donde sea con nuestro fabuloso pijama de cuadros?
Escribid sobre lo primero que se os venga a la mente. Incluso si eso implica estar de pié en la mesa del despacho de nuestro jefe en calzoncillos. O en medio del baño de la chica (o chico) que nos gusta en la misma situación mientras él o ella se están duchando.
Sea como sea, pasad un rato entretenido escribiendo.
Portal de entrada
En este caso, en este ejercicio de creatividad no seremos nosotros los que atravesemos el umbral de nuestro portal. Será un ser fantástico, mitológico o alienígena el que lo hará.
Os encontráis en el trabajo, la universidad u otro lugar público atestado de gente. Es entonces, cuando menos os lo esperáis, cuando delante vuestra un portal hace su aparición. De él sale…
¿Qué sale? ¿Dónde os encontrabais cuando sucedió? ¿Qué es lo que hicisteis con lo que fuere que saliera de su interior?
Ese ser fantástico puede ser algo tan genérico como un extraterrestre, un minotauro o cualquier otro elemento mitológico o de la cultura popular. Es más, podéis traer de vuelta a Jesucristo, a Buda o a Peter Pan. Cuanto más rocambolesca sea la situación, mayor creatividad tendréis que poner en marcha.
EDITADO
Ya sabéis que para todos estos ejercicios de creatividad siempre escribo (por lo menos) un relato utilizando ese ejercicio en concreto. En el caso de esta semana, el relato me ha quedado dos o tres veces más largo que lo habitual.
Demasiado como para publicarlo por aquí. Tendrá que esperar a mi siguiente recopilación de relatos.
Es tan largo, que ocupa una buena parte del libro de Memoria selectiva. Lo he titulado Un mundo mejor y es… bueno, es un relato especial para mí.
En resumen
Este ejercicio de creatividad en sí es de lo más sencillo que hay:
- Imaginad un portal.
- Decidid si lo cruzáis vosotros o lo cruza alguien.
- En cada caso, desarrollad qué es lo que os pasa al hacerlo.
Seguro que termináis pasando un rato muy entretenido. ¡Ah! E igual incluso conseguís escribir unas cuantas palabras 😛
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