Debo confesar que esta entrada tenía como objetivo dar una serie de consejos personales sobre cómo se puede escribir un relato breve. Pero me he dado cuenta de que hay algo mucho más interesante detrás de mi historia, y es el por qué triunfan tanto las historias breves en el mundo en el que vivimos.
Así que espero que me perdonéis si dejo los consejos para otra entrada futura, y ahora me centro en mi opinión sobre la evolución de internet en los últimos 15 años a través del ejemplo de Twitter.
¿Por qué son ahora tan populares los relatos cortos?
Vivimos en un mundo que nos ofrece una cantidad ingente de opciones de información y entretenimiento. Todos vosotros ya os habréis dado cuenta de que, a día de hoy, la oferta de que disponemos para informarnos o entretenernos es infinitamente superior a lo que podemos llegar a manejar.
Voy a hacer un poco de abuelo cebolleta digital. Allá por 2006 (si 3 años marcan una diferencia abismal en tecnología, imaginad lo que hacen 9) un tal Jack Dorsey creaba una red social en internet que intentaba imitar lo que los usuarios hacíamos por aquellos años para comunicarnos. ¿Recordáis el qué?
¡Exacto! Enviar y recibir SMS de 140 caracteres. Y Twitter nació con el objetivo de imitar ese sistema, pero en la red de redes: internet.
La Era Digital, una era de simplificación e historias breves
Muchos, yo incluido, pensábamos que aquello era una soberana tontería. ¿Quién en su sano juicio iba a querer un sistema de comunicación en Internet con las mismas limitaciones que un teléfono?
Los años en torno al 2005, con la aparición de Facebook (2004), Gmail (2004) y en la que ya casi todos utilizábamos Messenger (1999) y herramientas similares de comunicación, fueron unos años de volumen. Sustituimos las cartas en papel por los correos electrónicos, enviábamos encuestas kilométricas por email a nuestros amigos, manteníamos conversaciones en grupo por Messenger… y otras muchas actividades en las que nos importaba más la cantidad que otra cosa. Porque no había mucha oferta.
Teníamos una cuenta de Facebook (no todos), teníamos una dirección de correo, usábamos un sólo buscador y leíamos un puñado de páginas sobre los temas que nos gustaban, además de participar activamente en un par de foros.
¿Pero qué es lo que pasa a día de hoy?
Que estamos sobreinformados. Hay cientos de plataformas que agregan noticias, decenas de redes sociales que las comparten, miles y millones de páginas web que nos cuentan sus cosas, y un ingente número de resultados en cualquier buscador para aquello que queramos encontrar.
No sé si los fundadores de Twitter tuvieron una mente preclara y vaticinaron el crecimiento exponencial de la información y la necesidad de la gente de poder, en pocas palabras, encontrar aquello que busca. Pero el caso es que yo creo que esta explosión de información ayudó a aumentar el éxito de Twitter.
Ahora tanto yo como un gran porcentaje de nosotros, antes siquiera de lanzarnos a leer un artículo, una noticia o cualquier cosa, echamos una ojeada a la estructura que tiene. Nada de leer el contenido para decidir si es bueno o malo, simplemente para ver si nos pega al ojo.
Por ejemplo, leemos primero el título para ver si nos atrae (sino, ya ni siquiera continuamos). Si le damos nuestro ok al título, luego ojeamos el cuerpo. Buscamos titulares, listas, imágenes, gráficos… cualquier cosa que en poco tiempo ya nos esté dando una buena cantidad de información. Y si después de esto nos sigue pareciendo interesante leemos el artículo completo.
¿Qué es lo que hacéis si abrís un enlace y encontráis un ladrillo de texto? Sin espacios, sin subtítulos, sin negritas ni subrayados… simple y puro texto sin tabulaciones ni separadores que nos hagan ver qué estructura sigue. Yo, sinceramente, a menos que me apasione el tema… no lo leo.
¿Y qué pasa con los libros?
Exactamente lo mismo. Salvo en aquellos casos en los que el autor sea uno de nuestros favoritos, o alguien de renombre, la primera impresión es la que cuenta. Ni siquiera pasamos al resumen si la portada o el título no nos enganchan primero.
En algunos casos se llegan a extremos como el que me sucedió a mi con El Leviatán de Babel. Una portada decente, un título que nos atrae y un resumen cautivadores pueden (omitiendo cierta información vital) conseguir que te compres un libro que en ningún otro caso te hubieras comprado.
Un título con gancho y una portada atractiva no son garantía de éxito, pero está claro que si no son buenos son una garantía de fracaso.
¿Y los relatos?
Pues este iba a ser el eje central de mi post para esta semana, pero con esta breve opinión personal sobre las redes sociales, los libros, la sobreinformación y la necesidad de contar mucho en poco… se me ha ido el santo al cielo.
Sinceramente creo que en esta nueva era en la que queremos la información ya sin tener que esforzarnos demasiado. Una era en la que no nos esforzamos en leer algo superior a 1000 o 2000 palabras, salvo que sea excelente o algo que nos toque la fibra… los relatos breves son una muy buena manera de contar una historia que llegue a las personas.
Os animo a intentarlo, y la semana que viene si que sí, os prometo publicar una pequeña guía para escribir un buen relato.
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