Después de mucha frustración, sudor y café he decidido echar el freno a la novela que me traía entre manos. Tres grandes bloqueos y crisis de fe son suficientes para darse cuenta de que algo falla. Y si algo falla durante tanto tiempo.. Mejor será dedicarse al siguiente proyecto.
Así que, en honor a esa novela fallida, quiero publicar aquí la primera escena de todas.

¿Quién sabe si algún día la retomaré y terminaré de darle forma al final?
El Cuerpo
La llamada llegó un par de horas antes de que terminase su jornada. Con resignación, el inspector Scott Ryan de la policía de San Francisco anotó en su libreta los datos que le proporcionó Jackie, la encargada de las llamadas del turno de noche aquella semana.
Alguien había encontrado el cuerpo de un hombre de mediana edad fallecido en su propio domicilio. Un amigo había ido a buscar al susodicho para salir a tomar algo y, en vez de fiesta, lo que había encontrado era su cadáver. Sin señales de lucha, sangre o heridas visibles. Solo su cuerpo sin vida, añadió ella. La persona que había llamado estaba demasiado alterada como para proporcionar más información y solicitaba una y otra vez la presencia inmediata de un equipo forense. Ryan suspiró con desdén. Otro aficionado a las series baratas que pretendía que una brigada de policías certificase un infarto, una sobredosis o lo que fuera que había causado aquella muerte.
No estaba de humor para ir a algo así, pero el departamento se encontraba bajo el punto de mira mediático después del par de casos «cuestionables» que habían salido a la luz. El comisario en persona había reunido a todos los inspectores y oficiales del cuerpo para informarles de que, textualmente, «tendrían que ser las putas de lujo de una sociedad desagradecida hasta que los periódicos se olvidasen otra vez de su existencia». Por muy rutinario que fuera el problema y por mucho que el reglamento eximiera a la policía de acudir a certificar una muerte sin causas externas aparentes o en la que existiera un riesgo manifiesto para la seguridad del equipo médico, él iba a tener que personarse en el lugar de los acontecimientos.
Prolongó lo inevitable tonteando un poco con Jackie —las buenas costumbres había que mantenerlas—, hasta que ella lo despidió con su habitual «si no hay diamantes no me pondrás una mano encima». Bendita mujer, podía ser su madre, pero seguía respondiendo a las bromas del departamento de la misma forma que lo hacía con veinte años menos.
Nada más colgar se puso su gabardina y salió del despacho. Cuanto antes empezase, antes terminaría con el papeleo y podría irse a casa.
—Agente —dijo con una sonrisa al ver a un novato de uniforme pasando cerca de su despacho—. Acompáñeme.
—Esto…¿señor? Yo… había terminado mi turno señor… iba al vestuario a…
—Menos excusas novato —respondió el inspector Ryan fijando sus ojos en el manojo de nervios con uniforme—. Hay un caso que nos requiere y, como bien sabrá, el reglamento no permite a un inspector personarse en el lugar de un delito sin un compañero. Está usted de suerte agente, va a tener el honor de trabajar como inspector durante, por lo menos, un par de horas. Así que déjese de gilipolleces y sígame.
—Esto… claro señor.
Era un placer que los novatos no cuestionasen sus órdenes, aunque supieran que eran absurdas. Así podría librarse del papeleo e irse a dormir.
—Limítese a hacer lo que yo le diga —dijo en un susurro amenazador—. No vaya a ser que pierda a otro compañero tan pronto.
El agente palideció hasta casi volverse transparente. Eso era buena señal, quería decir que no solo era un novato en el departamento, sino que era un cadete recién licenciado. Todo el mundo sabía que Scott Ryan trabajaba solo y que hacía años que el capitán le permitía saltarse el reglamento y trabajar sin un compañero.
Acompañado por un nervioso veinteañero con uniforme, se dirigió a su coche y puso rumbo a la dirección que le habían proporcionado. Pasados diez minutos llegaron al lugar indicado y encontraron que la ambulancia solicitada por Jackie ya estaba aparcada delante de la puerta principal. Le sorprendió encontrar al personal sanitario apoyado en un costado, fumando, mientras la médico trataba de calmar al civil que había dado el aviso, en lugar de dentro, certificando la muerte.
—Espere junto a la ambulancia hasta que le diga lo contrario agente…
—Johnson, señor. Agente Johnson —respondió—. ¿Quiere que yo…?
Salió del coche sin prestar atención a sus palabras. Hacía tiempo que no tenía la oportunidad de aumentar la leyenda del «Alemán» entre las filas de novatos, y ya iba siendo hora de enseñar a esos mocosos quién llevaba las riendas en aquel departamento.
Se acercó a la mujer de aspecto amable y peto fosforito que conversaba con aquel civil y, haciéndole un gesto con la cabeza, la alejó lo suficiente como para poder hablar sin alterarlo aún más.
—Inspector Ryan, señora —se presentó—. ¿Puede decirme por qué su equipo no está certificando la muerte y extrayendo el cadáver del domicilio?
—Joder, ¿no os ha llegado nuestro aviso?
—¿Qué aviso? —Iba a tener que hablar con Jackie cuando volviera a la central, había bromas que no tenían gracia—. A mí solo me han indicado que había un cadáver cuya causa probable de la muerte era fallo cardíaco o sobredosis. Estoy aquí por cortesía del departamento.
—¡Ja! —Exclamó la médico—. Pues vaya cancelando sus planes para la cena, inspector, porque lo que tienen ahí dentro dista mucho de ser una muerte normal —dijo haciendo un amplio gesto con la mano, invitando al inspector a entrar domicilio.
Otra persona hubiera indagado algo más al respecto de lo qué podía encontrar allí dentro, pero el inspector Ryan no se caracterizaba por sus conversaciones prolongadas. Prefería recibir la información en bruto, sin filtrar ni manipular, antes que preguntar a cualquiera. Se fiaba más de su instinto en un escenario que del informe mejor redactado.
—¡Agente Johnson, venga aquí!
Sin girarse a comprobar lo lejos o cerca que estaba de él continuó hablando.
—Tenga la libreta y un bolígrafo a punto. Sígame y póngase los guantes estériles, al parecer sí que va a poder estrenarse como inspector.
Antes de que pudiera avanzar hacia la casa, la médico le cogió con fuerza por el brazo y se acercó hasta que notó su aliento en la oreja.
—Deje al chico fuera por ahora, inspector —susurró—. No tiene cara de que su estómago vaya a soportar lo que va a encontrar ahí dentro.
Esta web utiliza enlaces de afiliación de Amazon. Cada vez que compras algo a través de ellos, estás apoyando mi trabajo con un pequeño porcentaje de lo que gastes.
Loreto dice
Me encantó Ryan, bueno la verdad es que me gustó mucho la escena completa, te sugiero que te tomes un descanso y te distraigas escribiendo otras cosas, para retomar inspiración y continuarla, no dejes esto sin terminar ¡por favor!.
David Olier dice
¡Gracias Loreto! En mi cabeza terminado está ?, no os preocupéis. Algún día verá el final esa historia… Aunque no tengo ni idea de cuándo será
M.A.G. dice
Una pena….??? pero me parece una buena idea lo de ir publicándola por entregas.
No obstante….la vida es muy larga y quién sabe si en un futuro …
David Olier dice
Va cogiendo fuerza esa idea si 😉
María dice
Me has dejado intrigada. No pienso que esté mal. Me gusta la escena que muestras y la intriga final. Me dejas con ganas de saber más, y eso siempre es importante.
Un besillo
David Olier dice
¡Gracias María! La verdad es que es una primera escena con mucha fuerza…
Pero créeme que luego pierde un poco el norte.
No, si al final voy a terminar poniéndoos todo lo que tengo… 😉
CrisMandarica dice
Hola. Puede que le falte algún detalle por pulir, que es lo que se hace cuando terminas la novela y la corriges 793 veces xddd! Pero, aún así, a mí me ha gustado mucho. Para empezar, ya me ha caído bien la telefonista y mal el inspector, no soporto a la gente tan soberbia y con tan poco tacto, que te hablan desde kilómetros esperando que los oigas a la perfección y que hagas todo incluso antes de que te lo pidan. A mí me gustaría seguir leyendo, ¡no me dejes así! Quizá se te atasque como novela, pero ¿y si escribes un relato por entregas para el blog? El caso, que yo quiero leerlo. Me ha gustado mucho. Biquiños!
David Olier dice
¿Sabes cuál es la gracia de esa escena/gancho? Que ninguno de los que aparece es el protagonista 😀
Mi problema no ha sido no encontrar la perfección, de hecho eso que ves ahí es la segunda versión de la novela. Es decir, escribí 80.000 palabras, decidí que era una mierda (porque, sinceramente, ERA una mierda; aunque también es verdad que fue mi primer intento de extender un relato a novela). Tiré a la basura esas 80.000 y empecé de cero.
La cosa pintaba bien, hasta que su padre y escritor (yo) dejó de creer en la historia que quería contar. No en las palabras ni las escenas escritas. Simplemente me pareció una historia absurda y sin gracia.
Me pensaré lo de ir publicándolo «a trozos» en el blog (a unas 2000 palabras por entrega… eso son otras 12 semanas más) aunque, como ya te digo, he dejado de tener fe en ella y voy a darle espacio para empezar otra mucho más atractiva (El Asesino Sin Nombre, en este mismo blog).
Un abrazo