¿Qué es la suspensión de la incredulidad? ¿Por qué nos importa tanto como escritores y lectores de ciencia ficción?
Es posible que ya hayas oído hablar de este término y es posible que no, pero todos, todos, todos los lectores de géneros fantásticos vivimos con ella a cuestas. Saber manejarla, saber cómo lograr que un lector suspenda su incredulidad para nosotros, es el mayor reto al que se enfrenta un escritor de ciencia ficción.
¿Por qué suspender la incredulidad?
Me encuentro en un punto de escritura de mi novela Mariposas de acero (con el 95% ya terminado) en el que las dudas me asaltan. ¿Será lo bastante buena? ¿La trama tiene coherencia? ¿Las acciones que me han llevado al final están bien hiladas? ¿Se creerán los lectores los dos pufos que les he contado?
Son mil y una preguntas las que me vienen a la mente casi en cada sesión de escritura. Y es una de ellas, una muy concreta, la que me lleva a escribir este artículo.
¿Se creerán la explicación que doy para la resolución de uno de los conflictos?
Porque yo mismo sé que hay más de licencia poética que de especulación fidedigna en esa explicación. ¿Verán los lectores lo mismo que veo yo? ¿Conseguiré ese estado de suspensión de la incredulidad que necesito que tengan? ¿Conseguiré alcanzar su sentido de la maravilla?
Así que, para resolver este mar de dudas, nada mejor que analizar y desgranar qué es eso que quiero conseguir en ellos. Qué es la suspension of disbelief, qué importancia tiene para la ciencia ficción y cómo se consigue.
¿Qué es la suspensión de la incredulidad?
La suspensión de incredulidad es ese estado en el que un lector (o un espectador) consigue dejar atrás su sentido crítico para concentrarse en disfrutar de lo que está leyendo o viendo. Es decir, es un estado en el que se prioriza la historia que se está leyendo (concentrándonos ahora en los libros) en lugar de lo imposible que la rodea.
Como curiosidad, el concepto en sí nació en 1817 de la mano de Samuel Taylor Coleridge. Así, si os toca responder esto en el Trivial, conoceréis la respuesta y os ganaréis un quesito.
El caso es que esta suspensión de la incredulidad tiene una importancia muy especial en la ciencia ficción.
La suspensión de la incredulidad en la ciencia ficción
En todas las historias ficticias, sean en este mundo o en otro diferente, en este tiempo o en otro, el lector suspende su sentido crítico. Dejas que sea tu imaginación la que tome el poder y acallas esa voz interior que te dice que eso es imposible. En la fantasía, nos dejamos transportar a mundos mágicos, con criaturas etéreas y fuerzas inexplicables que violan claramente las leyes de la física.
Sin embargo, en la ciencia ficción las normas son un poco más estrictas que en el resto de géneros. Aquí, como explicábamos en qué es la ciencia ficción, necesitamos que exista una coherencia entre el mundo actual y el desarrollo ficticio que hagamos. Tenemos que respetar las leyes de la física y toda la construcción tiene que parecer plausible.
Por eso, la suspensión de incredulidad es esencial en la ciencia ficción. Si un lector siente que le estamos mintiendo, que lo que decimos es imposible (incluso siguiendo las normas que hemos fijado), entonces habremos fracasado como escritores de ciencia ficción.
Suspensión según lo dura que sea la ciencia ficción
Un aspecto importante a tener en cuenta, es que la ciencia ficción tiene una parte de sus lectores y escritores mucho más susceptible a los saltos imposibles. Estoy hablando de la ciencia ficción dura, ese segmento de la ciencia ficción que da mucha importancia a la ciencia, a la rigurosidad, a los razonamientos profundos y complejos.
Sabiendo para quién escribimos, sabremos también cuán alto tendrán nuestros lectores su listón crítico.
No es lo mismo competir contra Greg Egan o Arthur C. Clarke que competir contra Pierce Brown o Ernest Cline.
Por eso es importante marcarnos límites y objetivos y preparar al lector para lo que se va a encontrar en su interior.
¿Cómo?
¿Cómo logramos esa suspensión de la incredulidad?
Partimos de la base de que cualquier historia de ficción es MENTIRA. Siendo así, todas las historias necesitan suspender la incredulidad del lector de una forma u otra. Pero es que en los géneros fantásticos, la mentira es todavía mayor.
Un thriller nos miente en los hechos, nos exagera a las personas pero… ¿en qué nos miente Asimov? ¿Y Tolkien?
Ellos nos mienten todo.
Respeta tus propias normas
Antes de entrar en técnicas concretas, lo primero que tienes que hacer es fijar unas normas y seguirlas a rajatabla. De nada sirve construir un universo rico en detalles, lleno de peligros y de maravillas, para que en una página digas que no hay manera de viajar más rápido que la luz y veinte antes de terminar «alguien» descubra la manera de hacerlo.
Tienes que ser justo contigo mismo y con tus lectores, y tienes que ser fiel a tus propias decisiones.
Créetelas
Algo muy diferente, una vez asumidas las reglas de juego de tu nuevo universo, es que te creas esas reglas como si fueran el aire que respiras. Cada nueva decisión que tomes, cada paso que den tus personajes, debería reflejar esas normas.
Si eres tan valiente de inventar una sociedad que no se comunica con palabras, sino con sensaciones, tienes que pensar y dialogar mediante esas sensaciones. No vale escribir los diálogos igual que harías en una novela normal, pero poniéndoles cursivas, comillas o cualquier otro recurso que se te ocurra para evitarte la molestia de no poder usar diálogos.
De igual forma, si tus personajes pueden proyectar sus mentes, tendrás que pensar como si pudieras hacerlo. ¿Para qué van a ir físicamente a ningún sitio? Si en una página van a clase mientras están sentados en sus casas, ¿por qué en la siguiente van a ir andando a ver una película? ¿O porque se siguen emitiendo películas? Si la proyección mental es viable, seguro que la industria del entretenimiento también la utiliza.
Recuerda: la suspensión de la incredulidad parte del escritor, no del lector.
No las expliques, asúmelas
Esas reglas que tú conoces no tienen que ser mandamientos que enumeres a lo largo de tus textos. No vas a conseguir que tu lector suspenda su incredulidad porque se lo digas, sino porque se lo enseñes.
Si vives en una sociedad en la que nadie se mueve, porque la tecnología ha llegado a un punto en el que los cuerpos se han atrofiado porque hay sustitutos mecánicos para todo, muéstralo. Enseña a un personaje deslizándose en su aerosilla, moviéndose en cintas deslizadoras, cayéndose de su silla y viéndose impedido o necesitando que unos brazos mecánicos lo metan y lo saquen de la ducha.
No digas que no se puede mover: muéstralo.
Da datos científicos irrefutables
En el otro lado del espectro, muchos autores utilizan la técnica contraria para que el lector realice una suspensión voluntaria de la incredulidad. Vomitan una explicación hipercientífica, llena de términos complejos y razonamientos imposibles de seguir para enviarle al lector un mensaje: «esto es tan complicado que te lo tienes que creer».
Si esa explicación está bien hilada, el lector terminará de leer ese párrafo con una única idea en mente: «vale, sí, aquí las personas utilizan un flujo bioelectromagnético para enviarse pensamientos entre sí».
Por ejemplo, extraído del libro El fin del imperio de John Scalzi:
«[El Flujo] más bien es una estructura multidimensional de branas metacosmológicas que corta el espacio-tiempo local de una manera topográficamente compleja, influida parcial y caóticamente por la fuerza de la gravedad […]».
Di que son imposibles de entender
Otra forma de dar veracidad a tus explicaciones para conseguir limar la faceta crítica de tus lectores es, simple y llanamente, decir que todo es muy complejo para explicarlo.
¿Cómo?
John Scalzi vuelve a servir de inspiración:
«Incluso esta es una descripción de mierda, porque las lenguas humanas son una mierda cuando hay que describir conceptos más complejos que construir una casa en un árbol. La forma más precisa de explicar qué es el Flujo requiere unos conocimientos que probablemente solo un par de centenares de seres humanos de los miles de millones que pueblan la Interdependencia comprenderían […]. Probablemente tú no seas uno de ellos.».
¡Y ya está! Ya no habrá nadie que cuestione tus métodos de viaje interestelar… ¡Porque nadie lo entiende!
Y hazlo cuanto antes
La última regla que jugará en tu favor a la hora de suspender la incredulidad de tu lector, es explicar estas normas cuanto antes. Una ley metafísica explicada en la página 500 apesta a Deus ex Machina, apesta a que el escritor no sabía por dónde salir, apesta a magia y pone el espíritu crítico del lector en pie de guerra.
El momento de sentar las bases es siempre el principio. Y cuanto más transgresora, rara o inverosímil sea esa regla que quieres explicar, antes tendrás que definirla.
Por seguir con el ejemplo de John Scalzi, esos dos párrafos que he extraído surgen de la página número 15 de El fin del Imperio.
En resumen
La suspensión de la incredulidad será más difícil cuanto más transgredas las leyes de la física convencional, cuantas más cosas te inventes y, sobre todo, cuanta más realidad quieras conseguir.
Si pretendes que tu lector crea en lo que estás diciendo, y lo crea como algo posible, tendrás que esforzarte mucho porque nunca cuestione su realidad.
El resto depende de ti, de cuánto quieras explicarle, de cuánto confíes en lo que le estás contando y de cuándo se lo cuentes.
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