Sin ningún lugar a dudas, la parte que más miedo da cuando empezamos a escribir es la primera página. Encontrarnos solos frente a una página en blanco es una de las partes que más frustración genera.
Pero no hay que agobiarse demasiado, porque ese es el primer paso hacia un texto escrito. Y al final tenemos que conseguir que esa sensación de temor y respeto que nos incita esa primera página se convierta, un ansia por ponernos a escribir cuanto antes y descubrir qué somos capaces de escribir.
El miedo a la página en blanco
Todos los miedos que podamos tener en este mundo se pueden reducir a dos únicas premisas:
- Anticipación de problemas, de situaciones incómodas o de cualquier cosa que nos genere ansiedad.
- Unas expectativas de nosotros mismos demasiado elevadas o irreales. Normalmente porque nos cuestionamos de antemano nuestras propias capacidades.
En la escritura pasa lo mismo: seguro que será una mierda, no va a salir nada bueno, no tengo imaginacón, no se escribir, … Somos capaces de decirnos a nosotros mismos media docena de cosas negativas por minuto. Más aun si nos encontramos delante de una página en blanco.
Y si partimos del principal axioma que hay en la escritura, que es que cualquier primera versión de algo es una porquería, obtenemos un caldo de cultivo increíblemente fértil para nuestro desánimo.
Entonces, ¿qué podemos hacer nosotros para evitar este miedo y esta decepción?
Antes de empezar con la página en blanco
Has de asumir que la primera página de cualquier cosa siempre es mala. Siempre, sin excepción.
Puede sonar pesimista o desmoralizador, pero es todo lo contrario. Prácticamente nadie es capaz de conseguir una obra de arte a la primera, siempre hay que pulir algo, reformular frases, añadir detalles,…
Utilizando una analogía deportiva: nadie es capaz de anotar el primer triple que lanza. Ni siquiera el primer tiro libre. Pero todos sabemos que si lanzamos una y otra vez, al final aumentaremos enormemente nuestras posibilidades de anotar el siguiente.
Lo verdaderamente importante es saber que, detrás de toda desastrosa primera página, existe una obra de arte. Y, por supuesto, teniendo esto asumido es mucho más fácil releer una primera página y ser capaz de ver dónde ha fallado y de buscar qué podemos hacer para mejorarla. Y cuantas más primeras páginas escribamos, más fácil nos será anotar a la primera.
Sin embargo, si que existen ciertos mecanismos que podemos aplicar para que esta página en blanco no sea todo lo desastrosa que pudiera ser.
¿Cómo mejorar esa página en blanco?
Planificación. No me cansaré de decirlo, porque en el fondo es la clave de casi todos los proyectos en los que nos podamos embarcar. Todo dependerá de lo que vayamos a escribir a partir de esa página en blanco, pero a menos que estemos hablando de algún ejercicio de escritura libre y creativa, debemos tener muy bien pensado de qué queremos hablar.
Como mínimo, deberíamos tener claras una serie de ideas clave, como por ejemplo.
- ¿Va a ser una escena descriptiva?
- ¿Habrá diálogos?
- ¿Cuántos personajes van a aparecer?
- ¿Qué tipo de narrador vamos a utilizar?
- ¿Cuál es la idea clave que queremos transmitir?
Teniendo claras alguna de estas respuestas, ya podemos lanzarnos a escribir «algo», porque sabemos dónde queremos llegar.
Por ejemplo: queremos redactar una escena que gire en torno a un reloj de pie, del siglo XVIII, en una gran casa de algún aristócrata. Y queremos que ese reloj sea nuestro centro, y que al final suceda algo cuando se pare.
¿No es gran cosa verdad? Pero si que es suficiente para poder redactar algo tipo…
El Reloj
Carlos llevaba tiempo queriendo robar en aquella mansión. Ya antes de dedicarse al antiguo y noble arte del robo, incluso antes de aprender el oficio de carterista, aquella enorme casa palaciega del siglo XVIII de dos plantas le tenía obsesionado. Había algo en ella que parecía atraerle indefectiblemente hacia allí.
Hacia años, cuando se saltaba un día de escuela, solía deambular sin rumbo fijo por la ciudad, ensimismado con sus cosas, y siempre terminaba en aquella acera, delante de aquella cancela oxidada.
Pero aquella noche iba a cumplir sus deseos. No sabía si sacaría algo de valor, pero no le importaba, lo único que quería era poder descubrir los increíbles misterios que desde niño sabia se ocultaban dentro de aquellas cuatro paredes.
Llevaba una semana vigilando, y no había visto ningún signo de habitante alguno en su interior. Esa iba a ser la noche, su noche. Con cuidado, salto la verja y caminó por el abandonado jardín en dirección a la puerta trasera.
Antes de forzar la antigua cerradura, dedicó unos instantes a sentir su alrededor. Cerró los ojos y se concentró en el resto de sus sentidos. Inspiró. Se respiraba un ambiente añejo, casi sagrado. Se concentró en los sonidos que le rodeaban. La brisa nocturna agitando los descuidados arbustos del jardín, su corazón bombeando sangre sosegadamente, y el silencio que prometía una noche tranquila.
Sonrió y deslizó en sus manos sus ganzúas favoritas. El sonido procedente de la cerradura al ceder fue música para sus oídos, y finalmente, después de tantos años, entró en la mansión.
Paseó por la planta baja de la casona disfrutando de cada uno de los crujidos que surgían del viejo suelo de madera bajo el peso de sus pies. Ni siquiera encendió su linterna. Simplemente deambuló imaginando el aspecto que habría tenido aquella casa en todo su esplendor.
Pero algo rompió su concentración al acercarse a las escaleras de acceso a la planta superior. El sonido de un viejo reloj de péndulo hizo que concentrase todos sus sentidos en él.
¿Qué hacía un reloj situado en la planta que debía albergar los dormitorios? Debería haber estado situado en el magnífico salón que acababa de atravesar.
Subió las escaleras despacio, embelesado por el sonido de aquel misterioso reloj.
¿Cómo podía seguir funcionando? Debía de hacer una eternidad que alguien le diera cuerda por ultima vez.
Se deslizó con cautela por el largo pasillo al que desembocaban todas las habitaciones. Avanzó observando el interior de aquellas ventanas a otro tiempo, todas abiertas de par en par, mientras el mágico sonido de aquel reloj seguía incrementando su música, atrayéndole hacia la habitación principal.
Cuando llegó al final del pasillo vio que la última puerta permanecía cerrada, y al otro lado se escuchaba el claro tic tac del péndulo procedente de un enorme reloj de pie tan antiguo como la misma mansión.
Abrió la puerta con el mismo sobrecogimiento con el que un niño abría la puerta de su salón el día de Reyes. Y allí estaba, iluminado por la luz de la luna que se colaba débilmente por las ventanas, un precioso reloj de caoba, más alto que el. Con su bruñido péndulo de bronce oscilando en perfecta armonía. Tic. Tac. Tic. Tac.
Avanzó hasta situarse justo delante, sin ser consciente de nada mas que del sonido de aquel magnifico péndulo, y se sentó en el suelo con las piernas cruzadas, embelesado por aquella increíble obra de ingeniería.
Hasta que el reloj dejó de sonar, terminada su cuerda.
Nada se volvió a saber de aquel chico. Algunos dicen que dió el golpe de su vida y se fue al extranjero. Otros dicen que intentó seducir a la mujer equivocada y murió a manos de su marido. Pero lo que nadie sabe es que él sigue allí sentado, delante de aquel reloj de madera, escuchando el sonido del tiempo, sin ser consciente del paso de los siglos a su alrededor.
Y hasta aquí…
Pensaba seguir con un par de consejos más sobre cómo afrontar esa página en blanco, pero la verdad es que después de escribir este mini relato sobre El Reloj se me ha quedado una sensación tan agradable que… lo dejo por hoy no vaya a ser que la fastidie.
Esta web utiliza enlaces de afiliación de Amazon. Cada vez que compras algo a través de ellos, estás apoyando mi trabajo con un pequeño porcentaje de lo que gastes.
¿Por qué NO puedes dejar comentarios?
Te seré sincero: porque no tengo tiempo para contestarlos.
Mi tiempo está dedicado a las personas que me han dado el permiso de escribirles un email todos los días con consejos para ganar dinero por internet y mejorar su calidad de vida, su conciliación.
¿Quieres que hablemos?
Entonces apúntate a ese newsletter que envío cada día y pregúntame lo que quieras en el primer correo que te envíe: