Hace tiempo, mi hija se obsesionó con una canción en concreto. Una y otra vez nos pedía que la pusiéramos. Y una y otra vez nos decía lo mismo: «Papá, ¿por qué no canta?». Porque ella no quería escuchar la canción; ella quería escuchar el estribillo.
Después de muchas explicaciones que no llegaron a ninguna parte, de decirle que las canciones que escuchamos las componen grupos de varias personas y que esas personas, además del cantante, tienen sus propios instrumentos y que cada instrumento tiene su hueco en el todo que es la canción, llegamos a la explicación.
Sí, después de esta anécdota, encontraréis un razonamiento que va más allá de las conversaciones de una niña pequeña con su padre 😉 y que habla de la importancia de las historias.
Historias en las canciones
Uno de esos días de bucle, de no salir de esa canción y de escuchar por enésima vez la frase de «papá, ¿por qué no canta?», se me ocurrió la analogía perfecta. No perfecta por su concepto, sino perfecta porque terminó con el ciclo infinito de preguntas.
Verás, hija, el cantante no puede estar todo el rato cantando, porque la canción entera nos cuenta una historia. En esa historia, como en todas, hay varios personajes y varias partes diferentes. Cada personaje, cada instrumento, nos cuenta una de las partes de esa historia a su manera. La guitarra, la batería, el bajo, el piano… cada uno cuenta su historia. Y dentro de esa Historia, el cantante (el estribillo) solo es una parte.
Desde aquel día, canción que escucha, canción que se le oye decir, con esa vocecita de niña de tres años: «ah, ahora la guitarra nos cuenta su historia». Guitarra, batería, voces de distintos cantantes… Ella ya entiende que incluso los silencios forman parte de la Historia de una canción.
Sí, es cierto que ahora la pregunta no es «papá, ¿por qué no canta?» y es «papá, ¿qué historia cuenta esta canción?», pero la esencia es muy diferente. Ahora no se enfada porque no escucha su estribillo favorito, sino que tiene curiosidad por conocer la historia que hay detrás.
Historias en la luna
De la misma forma, cada vez que ve la luna (sea de día o de noche), siempre se pone contenta, la saluda y le habla. Y con esa relación tan extraña y mágica que tiene con la luna, también llegan las preguntas.
¿Por qué la luna sale de noche?
¿Por qué a veces sale de día?
¿Por qué el sol no sale de noche?
¿Por qué el sol sale de día?
¿Por qué la luna cambia de forma?
Un ingeniero, como yo, puede intentar responder de una manera más o menos científica. Puede explicarle algo que implique que la noche es, por definición, la ausencia de sol y por eso nunca se ve el sol de noche. Se le puede explicar que durante la luna nueva, su posición con respecto a la Tierra la hace más visible por el día que por la noche.
Pero todo eso es absurdo. Ella no quiere datos. No quiere hechos. Ella quiere una historia.
Lo que quiere es saber que la luna trabaja de noche y necesita dormir de día. Que el sol trabaja de día y necesita dormir de noche. Y que ambos se quieren mucho y, por eso, a veces se saltan las normas y están juntos en el cielo.
Porque un niño solo quiere historias.
Igual que los adultos.
Historias en el trabajo
¿Os habéis fijado en que las grandes empresas ya no emiten anuncios de sus productos? Ahora lo que nos venden no son productos, son experiencias. Nos venden grandes historias, con grandes actores y un gran despliegue de medios, porque han visto la importancia de las historias en su manera de hacer dinero.
Mirad si no los anuncios de la televisión, de YouTube…, de cualquier parte. Todos intentan parecer mucho más de lo que realmente son (simples piezas publicitarias para convencerte de comprar sus productos).
Las empresas, los expertos en marketing, se han dado cuenta de que la inmediatez del siglo XXI y nuestra falta de tiempo, nos vuelven ciegos a casi todo. Estamos tan saturados de estímulos, que podemos mirar una página web con 200 anuncios y no ver ninguno (has visto que había uno en la cabecera de este artículo). Podemos ver la televisión sin un solo anuncio (Netflix, TV de pago, cambios de canal…) y podemos hacer cualquier cosa sin pasar por algo que no queramos.
¿Cómo hacemos entonces que alguien se fije en nosotros? Contando historias, no vendiendo productos.
La importancia de las historias
De manera natural, aquellos que vivimos generando contenido ya nos habíamos dado cuenta. No hace falta ser director de marketing para saber la importancia que tienen las historias. La gente se aburre con facilidad y necesita un hilo conductor que les mantenga conectados con lo que quieres contarle.
Una reseña, un artículo de opinión, un vídeo en YouTube, una página web… Las historias son las que consiguen que alguien escuche, vea o lea tu contenido. Que aprendan lo que quieres enseñarles, que reflexionen sobre las filosofadas que has tenido sobre el teletransporte o que te acompañen en una disertación sobre la importancia de las historias.
Sin historias, me temo, nuestro contenido pasa a engrosar la categoría de manuales de instrucciones. Textos útiles y aburridos que todo el mundo guarda y casi nadie consulta.
De hecho, he reescrito todas las guías que tenía en el blog y les he dado algo de esas historias. Una narrativa mayor que la simple exposición de una lista ordenada de cosas. Y he visto cómo las cifras de visitas quizá no han aumentado (o, mejor dicho, siguen aumentando en la misma proporción), pero sí lo ha hecho el tiempo de cada visita.
Porque la gente, al igual que mi hija, no quiere datos, ni explicaciones: quiere historias.
En resumen
Hagas lo que hagas, plantéate que contar una historia suele ser el mejor camino para alcanzar un fin. No solo para nosotros, los escritores, blogueros o creadores de contenidos en general, sino también para hablar con tus clientes, contarle algo a tus amigos o pedir un aumento.
Preguntad sino a mis clientes y os dirán que mis correos explicativos son más largos que este artículo.
Porque eso de «introducción, nudo y desenlace» sirve también para la vida real. Acortando los tiempos, claro está. No puedes dedicar media hora del tiempo de tu jefe para terminar diciéndole que tiene que pagarte más. La importancia de las historias radica en que tu interlocutor no pierda interés y llegue hasta el final.
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